Aún guardaba la sonrisa de aquellos ojos oliváceos en el corazón.
Se acercó a la orilla dejando que el mar le lamiese los pies,
sintiendo como la arena se daba a la fuga bajo las pisadas
y la brisa jugaba traviesa con su vestido.
¿Sigues teniendo el pelo al compás del viento? – leyó…
Hay mensajes que sientan tan bien como una caricia en la espalda.