Suelo comprar el pan, que dejo encargado de un día para otro, alrededor de las 11 de la mañana.
Llevo días tropezándome con ella al cruzar el parque camino de la panadería. Tendrá unos 16 años, la veo risueña, más pendiente del móvil que del precioso sabueso que saca a pasear.
Comprando el pan coincido con él, un mocetón de edad similar, curiosamente igual de risueño y más pendiente de su teléfono que de atender a Sonia, la panadera.
_ Lucas, aquí tienes el pan, ¡que no te enteras!…estos jóvenes, siempre enganchados al teléfono, me comenta Sonia cuando llega mi turno.
Sonrío para mis adentros porque desde hace unos días soy conocedora de su secreto y del porqué de sus caras risueñas. Es ya la tercera vez que de regreso a casa, alrededor de las 11:30, me los encuentro en el rincón del parque favorito de las parejas comiéndose a besos.
Y es que… ¿quién puede ponerle vallas al amor, si no entiende de cuarentenas?