Sabía que se enfrentaba a una misión peligrosa, pero estaba preparado física y psicológicamente. Además, el bienestar de su familia estaba por encima de todo, tenía que asumir el riesgo por ellos, sin vacilar.
Ya no había vuelta atrás, su mujer y sus dos hijos pequeños aguardaban con el corazón encogido el momento de su partida.
_ Cariño, por favor, ten mucho cuidado, susurró ella con voz temblorosa.
_ Papá vuelve pronto, gimoteó su pequeña con ojos llorosos.
Se despidió de ellos intentando esbozar una sonrisa tranquilizadora al tiempo que les lanzaba los últimos besos. Respiró hondo, apretó los puños y salió a la calle desierta, caminando resuelto hacia su objetivo.
Regresó a casa cuatro horas más tarde. Agotado, maltrecho, con señales visibles de la feroz batalla pero con una sonrisa victoriosa en la cara. Lo había conseguido… traía bajo el brazo 24 rollos del mejor papel higiénico del supermercado.